Oda al salto de cama. 8M


 

Ayer

Recuerdo perfectamente que ni un solo día al levantarse de la cama mi güela no la llevase puesta-la bata- cuando el resto de la casa seguía adormilada. Dejaba haciéndose el café en la italiana color plata -de aquella no había más colores- lentamente de tal manera que a mí se me mezclaba, aquel olor singular a café molido y achicoria con los sueños dulces de la infancia.

Así iba despertando de mi letargo dominical, aunque confieso que la suerte de dormir con ella implicaba acurrucarse hacia su lado vacío pero caliente aún.

Eso era la gloria para mí.

Luego, iba al baño y se arreglaba solo un poco porque la lluvia que golpeaba contra la persiana de nuestra habitación, vaticinaba que no se saldría de casa para nada.

Mi güela usaba zapatillas con suela de goma amarilla, a cuadros, rojas, negras, de esas que no hacen ruido pero que abrigan los pies, siempre se quejaba de pies fríos, hasta que no llegaba el verano no cesaba el retintín aquel de: - ¡No entro en calor, carajo! -, por lo cual a veces, solo a veces decidía ponerse calcetines que cubrieran esa necesidad, así que a pesar de que estéticamente no estaba divina, los domingos eran sagrados.

Pura calma sin despertadores que molestaban el despertar; encendía la radio y sintonizaba música hasta que llegara la tarde que empezaría a escuchar el fútbol-mi güela era muy futbolera- eran domingos para llamar a la familia por aquel teléfono de rosca verde que colgaba en los azulejos blancos, y cocinar algo rico eso no fallaba, cualquier guiso que hiciera sería inolvidable para mí.

Así trajinaba ella, a la espera de preparar el desayuno para el resto. No apuraba su taza de café, migaba suspiros dentro, le gustaba entretenerse en ese primer café con leche junto con sus pensamientos, que casi siempre acababa contando en alto y aquellos días andaba ella muy emocionada.

El siguiente en levantarse era papá. Tenía el horario puntual metido en el cuerpo de recorrer España de punta a punta con el camión y llegar a tiempo a descargar así que, aunque intentaba que le diera el mediodía en la cama, era incapaz. Por eso, como el daba igual qué clase de zapatillas llevase, se le iba a oír de cualquiera de las formas ya que no era nada sigiloso, su caminar me apuraba a levantar y aprovechar el día con ese primer abrazo.

Era domingo marzo, domingo previo al primer 8 de marzo 1978 en el que un grupo de mujeres se manifestaron por primera vez en Madrid tras 35 años de silencio. Fue un acto en el Pozo del Tío Raimundo bajo el lema “Ni una mujer en la cárcel, ni una mujer sin trabajo” mientras el oscurantismo del franquismo se iba difuminando.

Pozo del Tío Raimundo.1978

A mí güela, a mi madre y también a mi padre, les hubiera gustado estar allí. No cabe duda que, aunque hoy en día sigue habiendo mucho que hacer, para mover conciencias de otros tantos…aquel día marcaría un antes y un después en la vida de muchas mujeres…

Todos debemos ser feministas, no desde el punto de vista de ser más que nadie, no es una opción, se está convirtiendo en una necesidad y ya debería estar claro.

Todos somos necesarios en esta lucha, porque educar es una lucha, y porque desde mi forma de pensar sigue sin entenderse.

Yo personalmente, no quiero ser un hombre, no quiero ejercer fuerza, ni poder, ni abuso hacia una mujer…y tampoco quiero ser una mujer desconfiada por sexo, ni odiar a los hombres, ni creerme menos que ellos.

Sí, quiero confiar.

Ha cambiado la sociedad,  no soy igual que mi güela ni mi madre, pero admiro su fuerza y templanza.

No puedo entender cómo chicos/as se saben la Ley del Menor-apoyo cualquier revisión que se haga, es necesaria porque hay verdaderas lagunas comprobables- al dedillo antes que conocer su cuerpo y sexualidad, con el único propósito de delinquir.

No quiero ver a jóvenes en redes sociales mostrar su cuerpo en bailes actuales porque sea una moda, quiero que entiendan que si lo hacen debe ser porque les apetezca, porque son dueñas y dueños de sus decisiones. Al igual que las personas que deciden abrirse en canal y ser ellos mismos/as. 

Falta responsabilidad social. No podemos mirar hacia otro lado y vivir en una burbuja

No quiero hartarme a llorar porque mentes sin conciencia, amparándose en una mala educación, problemas de familias desestructuradas, sociales, culturas diferentes, dependencias, padres ciegos-que los hay- maten a un ser humano sólo porque por ejemplo: éste decide amar a otro ser de su mismo sexo, que una chica decida llevar minifalda-esto sí que me harta- para salir de fiesta con otra amiga las intimiden hasta que el miedo no las deje reaccionar y sean violadas, ultrajadas en la habitación de un hotel..

Y sobre todo no quiero ser parte de esa sociedad que mira para otro lado, que escucha gritos y se los traga, que mira como apalean a alguien y no llaman a las autoridades.

No quiero ser una madre que solo protege, quiero enseñar a mi hijo a vivir en libertad y respeto hacia los seres humanos, quiero que mi hijo camine orgulloso de ser hombre que, crea en la raza humana y que sobre todo confíe en los demás y en la vida.

Evidentemente, no puedo estar en todos los bares, en todas las calles, en todas las Universidades de este país, solo puedo guiar, solo puedo pelear para que el presente y futuro,  mejore.

M.S 2021

 

 

 

 

 

 


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