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Mostrando entradas de octubre, 2019

Labios.

No sentía aire en el pecho, se subió los culotes, el vaquero y se puso un jersey de esos de cuello ancho que caen como la propia piel por el hombro...apuró, cada paso era un suplicio; ni se percató que se avecinaba tormenta. No llevaba rumbo fijo, pero necesitaba volar. Olvidarse de todo. Mientras andaba empezó a llover, al principio suavemente empapando su cuerpo abandonado a un bochorno interno incapaz de detener...a los cinco minutos la lluvia entraba por cada resquicio de su ropa...ella caminaba ligera sin prisa y en su cara se dibuja una sonrisa maliciosa...le gustaba sentirse húmeda... Andaba y se mordía los labios dulcemente como sabía que él lo haría, se rozaba con los dientes, sin daño:- ¿No hay por qué? -pensaba- Y seguía caminando, aunque quería volver a casa no quería parar. Sus pies chorreaban agua de lluvia y la llevaban hacia un camino sin retorno...le deseaba tanto en ese preciso momento que sería capaz de todo... Se metió las manos en los bolsillos del pantalón,

Abrigo.

¡Inhalé aire! Sabía perfectamente que estaba perdida otra vez, que inevitablemente quería sus manos entre las mías, abrigándome, sometiéndome a su placer y al mío. ¡Inhalé aire! Entreabrí los labios para que se acercara y me amara por un instante con todo su ser...es la única forma que tiene de hacerlo, entregándose entero, sin miedo, sin pensar...rozándonos con la ropa puesta, sabiéndonos entregados. Ese instante de tiempo somos uno con identidad variable, locos por ese placer mecedor que acuna cada excitante movimiento... ¡Inhalamos aire! La cama es refugio de calor y color  Revueltos entre dedos que arañan los muslos y sobrecargan el pecho que baila al compás del deseo, que se estremece...dedos que alcanzan límites sin barreras y que consiguen que el balanceo de caderas excite el ritmo... ¡Sujétame, no me sueltes! Siento cómo jadea. Entra en mí, le gusta tanto, me gusta tanto. Siempre me siento inmensa entre sus muslos... Abrimos los ojos...estamos juntos en esto

Náger y Tamir. La leyenda

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                                               Cuentan que la ciudad de Pamú, estaba a punto de despertarse al fondo de su inmensa colina, y lo hacía por el alboroto que las alas de miles de mariposas de infinitos colores y una sobre todo una la de color azul que obligaría a Náger a escoger su felicidad en las próximas horas… Pamú avivaba, porque la luz del Sol asomaba en el horizonte y también porque ya era hora, y se colaba entre su rocoso y árido suelo de infinitos agujeros que desde el cielo parecían lunares de blanco travertino llenos de agua que se precipitaba por la cascada más grande que os podéis imaginar, una catarata mágica del que todos sabían el origen de esa linfa bendita porque, hacía décadas que en Pamú no llovía. Náger adoraba soñar. Haciéndolo era feliz, de una manera inexplicable, de esa forma en que no solo el dormir descansa el cuerpo si no que durmiendo y soñando era como Náger arreglaba su vida, la de su familia y la de su pueblo. Un pueblo que la había